jueves, 21 de octubre de 2010

Yo también te quiero

El origen de mi apatía será que durante mi niñez un grupo alimenticio importante era de marca Paty?

viernes, 15 de octubre de 2010

Noche redonda


Hoy tiene facu. Recién empieza el cuatrimestre. Recién empieza. La pendeja que se cogió hace un mes le dijo que se podían ver “tal vez por última vez” dijo. Falta a la facu. “Soy un hijo de puta”.

Quedan 20:30. Se encuentran. Ella le dice que tiene hambre. Que si pueden comer antes. El le compra un alfajor y la mete a un telo. Le dice “cuando salimos comemos”. Piensa “Hamburguesas”. Piensa “Soy un hijo de puta”. Pero sabe que a ella es lo que mas le gusta. Y que va a ser tarde y que ella tiene que estar en la casa de vuelta para las 23 hs. por que por ahí la llama el novio.

Al entrar al telo pasa algo gracioso: Paga, le dicen el número de habitación, agarran el pasillo. De salida viene un viejo que apenas puede caminar. Seguido por un traba de unos veintipocos con unas gomas enormes. El viejo caminaba a uno por hora. Difícil imaginar como hará para coger. Cuando se cruzan el traba le encaja una mirada que casi lo calienta.

Es cierto que él estaba elegante y la pendeja parece de 18 (Aunque tiene 21) “lindo contraste” pensó que habrá pensado el traba.

Después, sexo del bueno. 3 x 2. Dos horas sin desperdicio.

Cuando se están terminando de vestir suena el teléfono de ella, su novio. Que teóricamente todavía estaba laburando. Se pone nerviosa. Le miente. Le dice que esta en el baño de su casa. Él, que la había llamado a su casa hacia un momento. Ella, que recién llegaba. Él le cree.

Pero la situación queda tensa. Se cancelan las hamburguesas.

Salen y él para un taxi para acompañarla a su casa. Él le ofrece un trago de la petaca de bolsillo para relajar. Ella no quiere, se lo toma él. Le dice que se quede tranquila, que está todo bien (aunque no está muy seguro de eso).

Llegan. Ella sube. Él la espera en el palier del edificio para que le baje un paraguas que le presto la última vez que estuvo en su casa.

En un momento le agarra ansiedad y se putea por haber aceptado esperarla del lado de adentro. Y se pregunta que pasa si se cuelga por algo y lo deja ahí. Entonces ve que a la antigua puerta de doble hoja del edificio si le corrés el pestillo le podés abrir la hoja inmóvil y así burlar la cerradura. Mientras está comprobando eso se acerca desde afuera un chabón de su misma edad, unos treintipico. Con una cara de boludo paranoico que da calambre. Duda en entrar. Mete la llave. Entra. Deja unos instantes la puerta abierta como cuando querés dejarle el camino libre a un animal acorralado. Él le explica que no va a salir. Que solo estaba apreciando la puerta por que es antigua. El tipo lo empieza a mirar mas cagado. Y eso que estaba elegante, camisa, saco, sobretodo. Lo mira de arriba abajo. Duda. le pregunta si espera a alguien. Le dice que sí (“no, vivo en el palier, pelotudo”).

El buen señor llama el ascensor. Se sube y antes de cerrar puerta le pregunta “de que piso esperas a alguien?” Se putea una vez más por que cuando la nena subía al ascensor pensó en preguntarle piso y departamento por cualquier imprevisto (por ejemplo un boludo que compra inseguridad en cómodas cuotas televisivas) pero no lo hizo. Piensa que por ahí la mete en un brete, con los padres o con el novio. Atina a responder “para que te quedes tranquilo espero a la familia H…, son amigos”. Cualquiera. El hombre replica “ni se los nombres de los vecinos”. Él amplia “un matrimonio con dos hijas” como si esto ayudara en algo. Parece que se va un poco más tranca.

La pendeja baja. Le dice que no encuentra su paraguas. Él le dice que entonces se van a tener que ver una vez más. Ella se ríe.

Se va. Camina tres cuadras. Se da cuenta de que no tiene una puta moneda. Que no hay un puto kiosco. Que no tiene cigarrillos. Que se le acabó el whisky (por que no recargó la petaca antes de salir?).

En la esquina de la calle por la que pasa su bondi pasa su bondi.

Y él sin putas monedas. Si las hubiera tenido hubiera tardado 40 minutos en aparecer el puto bondi de la empresa del hijo de un vagón de mil putas de Macri.

Piensa que hacer. Piensa que está cerca de lo de Juana. Pero no tiene saldo. Decide buscar un kiosco para llamarla y ver en que anda. O comprar puchos y birra y conseguir monedas.

Llegando a Córdoba, un kiosco. Delante de él una brasilera muy linda en ojotas mete por la reja del kiosco una cartera canchera que bien podría ser de Versace. Adentro un envase de birra. Lo divierte la dificultad para pasar la enorme cartera con montones de hebillas doradas por la reja. ÉL se ríe. Ella se ríe con él.

Él le hace un par de chistes, cuando finalmente los entiende ella se ríe bastante. Le pregunta que hace en Bs. As. y le responde que esta estudiando medicina. Ella paga y se despide amablemente. Él duerme. Ella se va.

Piensa que es tarde para llamar a Juana.

Compra puchos y una Quilmes de medio. El bolivianito del kiosco es un amor y le da monedas. Ya contento, aunque la brasilera se le perdió de vista, llega a Córdoba y luego a la parada de otro bondi.

El bondi llega casi justo cuando se esta terminando la lata a la que le metió las últimas gotitas de whisky que había en la petaca. Se siente un borrachín pero está contento.

Se tomá el bondi y se pone a leer un librito muy bueno de Ariel Idez que se compró el día anterior.

Todo salió bien.

The fixed idea

Hace poco mientras leía “Seda” de A. Baricco (que fuéseme regalado, por gracia divina o, lo que es lo mismo, por mi amiga Malena) se me ocurrió que los libros son como los amantes.

Con algunos no podés parar de gozar. Cuando ya crees que no podés sentir mas, cuando crees que viene el momento de abrazo y pucho, das vuelta una página más y te dan ganas de gritar “hijo/a de puta, basta! No me podés dar tanto placer”

Ay, Eduardito

A veces mientras te leo me imagino (o revivo en un vago recuerdo de otra vida) lo que siente una señorita mientras es desflorada. Con amor, ternura y pasión.

martes, 5 de octubre de 2010

Prostitución

Necesito un laburo que me permita ir de chopping para tapar mi angustia inexistencial.

Benditas las calzas

Amo/odio la moda de las calzas.
La amo por que les quedan tan lindas.
A las flacas y a las de generosos jamones.
(Solo la odio por que Dios no nos hizo con ojos en la nuca)
Piernas, colas, jamones. Se me abre el apetito.

Este pequeño episodio de fetichismo-sadismo me ocurrió en Retiro, en el anden del Mitre.
Estaba yo ahí a la mañana temprano, leyendo algo de Galeano.
Llega un tren, desciende el pasaje. Y entro ellos veo acercarse unas calzas.
No había visto a la portadora aún. Pero un sexto sentido, una alarma interna me hizo levantar la vista del libro y mirar a la derecha. “Calzas!” se imprimía en rojo intermitente en mi cerebro.
Supongo que se dio cuenta, debe incluso haber habido un fugaz cruce de miradas.
Por que cuando me disponía a utilizar toda mi concentración yóguica para retomar la lectura, justo cuando pasaba por enfrente mío y sin dejar de caminar se levanto la remera, o sweater, o cualquier tipo de prenda lo suficientemente corta para generar inquietud y lo suficientemente larga para mantener el misterio (Por que la moda de las calzas va de la mano de la moda de la remera larga). Se levantó la prenda por encima de la cintura, tiró de sus calzas hacia arriba hasta hacerlas uno con su femenina anatomía, dio dos pasos mas, puso la remera en su lugar y siguió su camino.
Acá es cuando la escena dejó de estar en slow motion y todo el gentío de retiro volvió a moverse a velocidad normal (esto es casi fast forward un viernes 8:45 AM).
Ella probablemente ya no lo recuerde. Pero aquí inscribo mi humilde homenaje a sus calzas.
A las calzas.
A tus calzas.