sábado, 16 de mayo de 2009

Thrilling Matrix

De esto hace ya unos días (semanas, meses, vaya uno a saber).
Tenía yo la desgraciada suerte de ir viajando en uno de nuestros queridos y atestados bondis (no tan prácticos como la birome y definitivamente mucho menos dulces que el dulce de leche y casi igual de indigestos).
No se por donde andaba mi mente, mi cuerpo andaba en esos momentos entre Villa crespo y la Paternal, cuando de repente las vi, eran tres. Como una triada de personajes maléficos, unas harpías o un trío de gorgonas o de brujas.
En el regazo de una de ellas, la del centro, sí, estaban sentadas en el asiento del fondo una junto a la otra la primera junto a la ventanilla que esta enfrentada a la puerta de descenso. La del centro decía llevaba en su regazo a una pequeña, carne de su carne y sangre de su sangre, no recuerdo si eran dos tías y la mamá o eran tres tías de la pequeña.
Pude oír que le decían que iban al cumpleaños de “Bauti”
Pero lo que me alarmó de toda esta situación no fueron las frases snob y los lugares comunes. Lo que me indignó no fue la dudosa elegancia de este trío maléfico. Lo que realmente me espanto es que las tres llevaban puestas lentes obscuras, sus “gafas”. Debían sentirse tan modelos con sus ojos de “mosca”, tan ricas y famosas viajando en colectivo con esas lentes obscuras que las separan de la plebe, que no se daban cuentas de que la pequeña niña esa sobrinita que debía tener algo como un año de vida, menos de dos. Solo podía verse reflejada en ese espejo frío que no transmite los sentimientos ni nada de la calidez humana que se puede ver en los ojos.
Y para ponerle un broche, una frutilla al postre la tía que la llevaba a upa empezó a hacer el clásico jueguito de “aaa tata!” el jueguito de taparse los ojos y destaparlos de repente que el niño vive como una desaparición mágica y misteriosa, solo que en este caso era la versión post Matrix en la que la tía lo que hacía era quitarse los lentes un momento para mirar a los ojos a su sobrina y luego volvérselos a poner y así volver a desaparecer permanentemente.
Esas sonrisas sin ojos son espeluznantes, son como el gato de Cheshire en el cuento de Alicia. Los ojos son los que le ponen sentido a una sonrisa, si no una sonrisa es solo un compendio de dientes, hasta puede ser maligna o amenazadora.
Le decimos NO a las “gafas” y SI a los sentimientos!!!
Y que estas nuevas generaciones no aprendan a vivir el amor como Su, ay mi vida! Que canchero!

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